- Cuento indio: "El tigre, el sabio y el chacal"
- Cuento colombiano: "El tigre y el fuego"
- Cuento italiano: "El hada Morgana"
Este cuento indio
explica la historia de un tigre enjaulado que cuando se vio
libre no quiso cumplir un pacto. Y es que las malas intenciones se
acaban pagando...
En un pueblo de la
India había un tigre que por las noches se comía los corderos y las
ovejas de la gente. Un día, consiguieron encerrarlo en una jaula de
bambú y la gente se quedó tranquila, porque ya no podría atacar a
sus animales.
Un día pasó un viejo sabio cerca de la jaula. El tigre le dijo que tenía mucha sed y le suplicó que lo dejara salir para ir a beber al río.
- Si te libero, me comerás - dijo el viejo sabio.
- No viejo sabio, no te comeré. Todo lo contrario, te estaré muy agradecido y te obedeceré en todo. Sólo iré a beber agua al río y volveré a mi jaula. Te lo prometo.
El sabio se quedó pensativo por unos momentos. Pensó que el tigre decía la verdad y le abrió la jaula. Entonces, el tigre, que estaba más hambriento que sediento, saltó sobre el sabio con la boca abierta mientras le decía:
- ¡Oh! viejo sabio, has sido muy inocente con dejarme salir. ¡Ahora te comeré!
- No es justo, esto. ¡Yo te he liberado y ahora tu me quieres comer! Me has prometido que no lo harías. Hemos hecho un pacto. ¡No es justo!
- Sí que es justo. ¡Tengo derecho a comerte! - replicó el tigre
- Pero yo he confiado en ti - respondió el sabio. Haremos una cosa. Preguntaremos a los tres primeros seres vivos que pasen por aquí si es justo que me comas. Si todos dicen que si, no pondré resistencia y me podrás comer. Pero si sólo uno de ellos dijera que no es justo, no me tocarás ni un pelo!
- Ummm.... De acuerdo - dijo el tigre. Pero que sea rápido, ¿eh? Que tengo mucha hambre.
Por allí pasaba un buey. El sabio y el tigre se le acercaron.
- Hola, amigo buey. Tenemos una duda y te la queremos consultar. Este tigre estaba prisionero en una jaula y me ha pedido que lo liberara para ir a beber agua. Me prometió que no me comería, pero después de liberarlo quiere comerme. ¿Crees que es justo?
Cuando era joven, trabajaba de sol a sol en el campo. Tiraba del carro todo el día, para que mi amo labrara el campo. Pero ahora que soy viejo, me ha echado de casa porque ya no sirvo para trabajar. ¿Los hombres no son justos? Tigre, te lo puedes comer.
La boca del tigre se llenó de saliva. No lo pudo evitar y volvió a saltar sobre el viejo. ¡Tenía mucha, mucha hambre!
-¡Un momento! - dijo el sabio. Hemos acordado que le preguntaríamos a tres seres vivos y este era solo el primero.
- De acuerdo, de acuerdo- dijo el tigre. Pero vayamos rápido, ¡que hace días que no como nada!
Entonces pasaron por debajo de un mango. El sabio se dirigió a él:
- Amigo mango. ¿Tú piensas que es justo que este tigre me coma después que lo haya liberado de una jaula donde estaba preso?
El mango hizo un movimiento con las ramas y contestó:
- A los hombres les gusto en primavera y en verano, cuando comen mis frutos y vienen a yacer bajo mis ramas para dormir. Pero en invierno, me cortan las ramas y me calan fuego. No me hables de justicia. Yo creo que estás en tu derecho de comértelo, tigre.
- Nuevamente, el tigre saltó sobre el viejo sabio. Pero este le recordó que sólo le habían preguntado a dos seres y que todavía faltaba uno.
Entonces se cruzaron con un chacal. Cuando le plantearon la duda, el chacal dijo:
- ¡Uff! Pues es que soy un poco tonto y no puedo imaginar las cosas si no las veo.
- Es muy fácil, dijo el tigre. Yo estaba encerrado en una jaula de bambú.
- ¿En una jaula?- lo interrumpió el chacal. - ¿Y cómo era?
- ¡Pues una jaula de bambú normal!
- Es que si no la veo, no os podré ayudar - respondió el chacal.
Entonces se dirigieron a la hacia la jaula y el sabio se la mostró.
- El tigre estaba encerrado en esta jaula y me pidió que lo liberara.- explicó.
- ¿Encerrado? ¿Encerrado cómo?- preguntó el chacal
- ¡Mira que llegas a ser tonto, chacal! ¡Estaba dentro de la jaula con la puerta cerrada, así! - iba diciendo el tigre mientras entraba en la jaula y cerraba la puerta.
Y se quedó encerrado otra vez.
- ¡Ostras! ¡Estoy otra vez encerrado! ¡Abridme la puerta, dejadme salir!!! -exclamaba el tigre sin parar
- Bueno tigre, ahora si que puedo imaginar como estabas. Espero que nunca seas tan tonto como yo- dijo el chacal. Y él y el sabio se alejaron de la jaula dejando encerrado al tigre para siempre.
Un día pasó un viejo sabio cerca de la jaula. El tigre le dijo que tenía mucha sed y le suplicó que lo dejara salir para ir a beber al río.
- Si te libero, me comerás - dijo el viejo sabio.
- No viejo sabio, no te comeré. Todo lo contrario, te estaré muy agradecido y te obedeceré en todo. Sólo iré a beber agua al río y volveré a mi jaula. Te lo prometo.
El sabio se quedó pensativo por unos momentos. Pensó que el tigre decía la verdad y le abrió la jaula. Entonces, el tigre, que estaba más hambriento que sediento, saltó sobre el sabio con la boca abierta mientras le decía:
- ¡Oh! viejo sabio, has sido muy inocente con dejarme salir. ¡Ahora te comeré!
- No es justo, esto. ¡Yo te he liberado y ahora tu me quieres comer! Me has prometido que no lo harías. Hemos hecho un pacto. ¡No es justo!
- Sí que es justo. ¡Tengo derecho a comerte! - replicó el tigre
- Pero yo he confiado en ti - respondió el sabio. Haremos una cosa. Preguntaremos a los tres primeros seres vivos que pasen por aquí si es justo que me comas. Si todos dicen que si, no pondré resistencia y me podrás comer. Pero si sólo uno de ellos dijera que no es justo, no me tocarás ni un pelo!
- Ummm.... De acuerdo - dijo el tigre. Pero que sea rápido, ¿eh? Que tengo mucha hambre.
Por allí pasaba un buey. El sabio y el tigre se le acercaron.
- Hola, amigo buey. Tenemos una duda y te la queremos consultar. Este tigre estaba prisionero en una jaula y me ha pedido que lo liberara para ir a beber agua. Me prometió que no me comería, pero después de liberarlo quiere comerme. ¿Crees que es justo?
Cuando era joven, trabajaba de sol a sol en el campo. Tiraba del carro todo el día, para que mi amo labrara el campo. Pero ahora que soy viejo, me ha echado de casa porque ya no sirvo para trabajar. ¿Los hombres no son justos? Tigre, te lo puedes comer.
La boca del tigre se llenó de saliva. No lo pudo evitar y volvió a saltar sobre el viejo. ¡Tenía mucha, mucha hambre!
-¡Un momento! - dijo el sabio. Hemos acordado que le preguntaríamos a tres seres vivos y este era solo el primero.
- De acuerdo, de acuerdo- dijo el tigre. Pero vayamos rápido, ¡que hace días que no como nada!
Entonces pasaron por debajo de un mango. El sabio se dirigió a él:
- Amigo mango. ¿Tú piensas que es justo que este tigre me coma después que lo haya liberado de una jaula donde estaba preso?
El mango hizo un movimiento con las ramas y contestó:
- A los hombres les gusto en primavera y en verano, cuando comen mis frutos y vienen a yacer bajo mis ramas para dormir. Pero en invierno, me cortan las ramas y me calan fuego. No me hables de justicia. Yo creo que estás en tu derecho de comértelo, tigre.
- Nuevamente, el tigre saltó sobre el viejo sabio. Pero este le recordó que sólo le habían preguntado a dos seres y que todavía faltaba uno.
Entonces se cruzaron con un chacal. Cuando le plantearon la duda, el chacal dijo:
- ¡Uff! Pues es que soy un poco tonto y no puedo imaginar las cosas si no las veo.
- Es muy fácil, dijo el tigre. Yo estaba encerrado en una jaula de bambú.
- ¿En una jaula?- lo interrumpió el chacal. - ¿Y cómo era?
- ¡Pues una jaula de bambú normal!
- Es que si no la veo, no os podré ayudar - respondió el chacal.
Entonces se dirigieron a la hacia la jaula y el sabio se la mostró.
- El tigre estaba encerrado en esta jaula y me pidió que lo liberara.- explicó.
- ¿Encerrado? ¿Encerrado cómo?- preguntó el chacal
- ¡Mira que llegas a ser tonto, chacal! ¡Estaba dentro de la jaula con la puerta cerrada, así! - iba diciendo el tigre mientras entraba en la jaula y cerraba la puerta.
Y se quedó encerrado otra vez.
- ¡Ostras! ¡Estoy otra vez encerrado! ¡Abridme la puerta, dejadme salir!!! -exclamaba el tigre sin parar
- Bueno tigre, ahora si que puedo imaginar como estabas. Espero que nunca seas tan tonto como yo- dijo el chacal. Y él y el sabio se alejaron de la jaula dejando encerrado al tigre para siempre.
Cuento
colombiano: El tigre y el fuego
Vivía el tigre a
la orilla del río. Era el único que tenía fuego. Los demás
animales no lo tenían: comían la carne cruda. Un día, los otros
animales quisieron tener fuego y pidieron al tigre que se los
prestara pero él se negó a dárselo. Y como él siempre fue el
animal más feroz, le temían.
Ellos sabían que en
tiempo de lluvia el tigre ponía fuego debajo de la hamaca para
calentarse. Para robarle el fuego, llamaron a la lagartija
diciéndole que fuera a la casa del tigre. Cayeron mu- chas lluvias
por la noche y le ordenaron que atravesase el río. Lo atravesó en
medio de la lluvia y se fue a la casa del tigre. Al encontrarse, el
tigre le preguntó a qué venía y la lagartija contestó que a
hacerle el favor de ayudarle a cuidar el fuego mientras él dormía.
Como caía mucha lluvia, todos los fuegos que se encon- traban
dentro de la casa se habían apagado, y sólo quedaba el que se
encontraba bajo la hamaca. La lagartija se puso a ayudarle. Viendo
que el tigre se había dormido, se dio a apagar el fuego con su
orina, pero el tigre se despertó y le preguntó por qué estaba
apagando el fuego. La lagartija contestó que lo estaba cuidando,
pero que el frío lo estaba apagando.
El tigre volvió a
dormirse. La lagartija pensó otra vez en apagar el fuego con su
orina, pero en cambio cogió para sí una chispa de fue- go, la
metió en su cresta y huyó atravesando el río. Despertó el tigre y
divisó su fuego al otro lado del río, mas como él no sabía nadar
y el río había crecido mucho con la lluvia, no podía ir a
buscarlo. Así, pues, amaneció sin fuego. La lagartija llegó a
donde estaban los demás, y así tuvieron fuego mientras que el tigre
dejó de tenerlo, por lo cual ahora le toca comer carne cruda como
antes les había tocado a los otros.
Cuento
italiano: El hada Morgana
Al
comienzo de nuestra era, un codicioso rey bárbaro deseaba conquistar
el poderoso Imperio romano.
En
aquella época, los bárbaros avanzaban en filas ordenadas hacia los
países del Sol; y las huestes de este rey, obedeciendo su afán de
poder, llegaron hasta el mar Jonio, estableciéndose en el estrecho
que separa la isla de Sicilia de la ciudad italiana de Calabria.
Corría
el mes de agosto y a pocos kilómetros, se lograba divisar la
espectacular isla, de playas llenas de naranjos y olivos, y de
fértiles tierras enmarcadas en un gran monte humeante, el Etna.
-
¿Cómo llego a esa tierra? –meditaba el rey bárbaro, quien desde
su caballo, miraba con ambiciosos ojos el mar que se interponía
entre él y la tierra deseada.
De
repente, una hermosa mujer apareció frente a él, dirigiéndole
cortésmente la palabra:
Mírala,
está a tan sólo dos pasos de ti...
Inesperadamente,
luego de una señal de la mujer, las costas de Calabria parecieron
estar muy cerca del rey. Los cielos y los mares estaban en calma, y
solo una ligera neblina se observaba.
El
rey bárbaro quedó pasmado al ver lo que tenía frente a él: un
paisaje tan próximo que casi podía tocar los montes con las manos.
-
¡Increíble! Veo los montes cubiertos de olivos, los campos verdes
con naranjales y limoneros; los campesinos y su ganado, el puerto de
Mesina con sus naves descargando la mercadería... ¡Y todo tan cerca
de mí! –repetía sin salir del asombro.
Tan
fascinado quedó el monarca que saltó de su caballo lanzándose al
agua, seguro de alcanzar la isla en dos brazadas; sin embargo, no
pudo con la profundidad del océano y se perdió para siempre en sus
aguas.
Así
se rompió el encanto: todo había sido un espejismo, un juego de
visión producido por la hermosa mujer, conocida como el hada
Morgana.
Hasta
hoy, es posible ver en los meses de agosto y setiembre, reflejándose
desde la orilla de la ciudad de Reggio, la imagen precisa y nítida
del litoral siciliano, que cual espejo muestra sus casas, sus plantas
y jardines, sus naves y hasta a los hombres que trabajan en el puerto
de la encantadora isla.
Leyenda
Italiana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario